El discurso de odio político en redes sociales durante la coyuntura electoral 2020 en Bolivia

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  • En la presente investigación se analizaron 18.071   comentarios,   provenientes  de 88 posts con alta interacción que se recolectaron entre septiembre y octubre de  2020,  pertenecientes  a   páginas de noticias y grupos de activismo político.
  • Se categorizó los posts por temas  de  conversación, se realizó   un   análisis   estadístico    descriptivo   y se buscaron las correlaciones más frecuentes entre las palabras emitidas en los comentarios.   
  • El discurso de odio en la coyuntura electoral de 2020 en Bolivia muestra una inclinación al etiquetamiento y la estigmatización de dos grupos: “masistas” y “pititas”, que son asociados con atributos negativos hostiles, esencialistas y en ocasiones justificadores de violencia.
  • En el análisis de comentarios se encontró que de cada 10 comentarios vertidos  que  nombran a los “masistas” y “pititas”, alrededor de 3 comentarios los asocian con adjetivos negativos. Se les atribuyen características negativas no solo de  preferencia política, sino también de su educación, de sus comportamientos y su territorio.

Por: 

Alex Ojeda Copa
Boliviano. Magister en Investigación en Ciencias Sociales. Sociólogo. Investigador social y docente de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”.
Valeria Peredo Rodríguez
Boliviana, antropóloga. Investigadora asociada a Chequea Bolivia.
Juan Carlos Uribe
Boliviano, informático. Coordinador de Chequea Bolivia.

Introducción

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Las redes sociales digitales han generado una gran oportunidad para la conexión y la conversación pública. Hoy nos comunicamos con mayor frecuencia e intensidad que en la época del predominio de los medios masivos y, ante cada temática puesta en agenda, la opinión ciudadana se emite en tiempo real. Sin embargo, la calidad de esa comunicación está puesta en entredicho. Si bien en ocasiones pueden emerger conversaciones democráticas, que implican reconocimiento de los derechos del otro, información de calidad y argumentación, se suele observar frecuentemente lo contrario: ofensas, desinformación   y   enunciados falaces.

Si bien los discursos de odio se suelen estudiar bajo la luz de contextos históricos y condiciones estructurales de opresión y discriminación, las coyunturas políticas también suelen reforzarlas y hasta recrearlas con fines de movilización o voto, como en el caso del foco del presente estudio. En Bolivia, en octubre de 2019 se ha vivido una de las mayores crisis sociales y políticas de la historia reciente. Muchos prejuicios sociales han salido a flote, al mismo tiempo que se han recrudecido por las estrategias discursivas de algunos líderes y militantes partidistas, y por la propia retroalimentación de la violencia entre sectores de la sociedad civil. Muchos de esos referentes discursivos se han  reproducido  para  las    elecciones    generales    de   2020. 

Nos  preguntamos,  ¿Cómo   entender  el discurso de odio más allá de las caracterizaciones esencialistas y estratégicas  de  los  bandos  políticos en disputa? ¿Qué otras condiciones y factores hacen que se expanda? ¿Cómo los escenarios digitales promueven su formación? ¿Quiénes son los sujetos de odio estereotipados en las  conversación digital de la coyuntura electoral boliviana de  2020  y  cómo  se  los  caracteriza? ¿Qué alternativas existen para mejorar nuestra     conversación     democrática?

Para responder, empezamos con un marco conceptual necesario sobre los enfoques del discurso de odio y sus condiciones  de     expansión.     Luego    analizamos 18.071   comentarios,   provenientes  de 88 posts con alta interacción que se recolectaron entre septiembre y octubre de  2020,  pertenecientes  a   páginas de noticias y grupos de activismo político. Categorizamos los posts por temas  de  conversación,  realizamos   un   análisis   estadístico    descriptivo   y buscamos las correlaciones más frecuentes entre las palabras emitidas en      los      comentarios.     Finalmente presentamos      algunas     alternativas.

1. Marco Contextual

1.1 Enfoques sobre discurso de odio

Un problema teórico importante que existe a la hora de estudiar el “discurso de odio” se refiere a su propia definición. Tanto el término de “discurso” como el de “odio” son bastante ambiguos y pueden ser utilizados  de  forma  instrumental  en los debates políticos. En el presente estudio haremos un uso más descriptivo y académico del concepto y sus respectivos términos, por lo que tendremos que deslindarlos y minimizar su ambigüedad. En el caso del “discurso” puede entenderse tanto como la pura declaración simbólica separada de la acción real (palabra contra acción) o como la expresión simbólica inherente a una práctica social u orden institucional (Foucault, 1999; Laclau, 2002). En el primer caso  sus  efectos no son tan trascendentales (“solo son palabras”) o a lo mucho es estratégico, mientras en el  segundo  se  concibe que son la esencia de una práctica social, llevando a grado superlativo su importancia, casi llegando a afirmar con afinidad posmoderna que “todo es texto”.

¿El discurso es un elemento superfluo o total de una práctica social? En nuestro abordaje conceptual, asumimos que el discurso no es un elemento superfluo pero tampoco una totalidad social completa. El discurso es ciertamente el orden simbólico de las prácticas sociales (Van Dijck, 2001; Geertz, 1987) que puede contribuir a su producción y reproducción, pero que no obstante no es el único factor explicativo, pues existen además factores sociales (estructurales, institucionales y coyunturales) como también cognitivos (prejuicios y sesgos). Cabe recordar que para que un fenómeno social se estabilice se necesita que se transforme en un sistema social, que implica no sólo un orden simbólico, sino también a actores, interacciones, normas, instituciones, incentivos y castigos. Dicho esto, el discurso es un elemento importante para la constitución de cualquier fenómeno social o de poder estable y es el centro del presente estudio. Ahora bien, dentro de todas los formatos que  pueden tomar ese universo simbólico, nos concentraremos en su formato textual y dentro de éste en la interacción textual a  través   de  redes  sociales   digitales.

Respecto al término de “odio”, si empezamos con la definición corriente de odio como “antipatía y  aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea” , tendríamos que cuestionarnos  si ¿una emoción individual y subjetiva puede  masificarse  y  convertirse   en un fenómeno social y político? ¿Un sentimiento individual puede ser reprensible públicamente, amonestable y hasta ingresar a la esfera penal? ¿Estaría prohibido sentir odio? ¿Odio a quién, de qué tipo y con qué intensidad? ¿Debemos enfocarnos más en la emoción o en el contenido del discurso? Como se ve, la ambigüedad del término es problemática. El proyecto de Dangerous Speech explica por qué la necesidad del reemplazo de este término por otro del siguiente modo: nos enfocamos en el discurso peligroso, ya que es una categoría más estrecha y específica, definida no por una emoción subjetiva como el odio, sino por su capacidad para inspirar un daño que es demasiado fácil de identificar —la violencia masiva— y que mucha gente puede ponerse de acuerdo en querer prevenir (Dangerous Speech Project, 2020, p.  8)

En nuestro caso, nos quedamos con el término de odio, pero solo cuando ese odio se colectiviza, ya sea del lado de los enunciadores o de los enunciatarios, es decir, cuando deviene en discurso público y enmarca a un grupo social. Ahora bien, el tipo de odio y el grupo social al que se dirige se discutirán en el siguiente apartado. Si bien en la investigación tradicional de discurso de odio se suele establecer a ciertos grupos vulnerables específicos como sujetos típicos del discurso de odio, veremos que existe una mayor amplitud sobre quienes pueden ser  los  grupos  sujetos  a  tal  discurso.

1.1.1 Odio Hostil 

Implica considerar al otro como enemigo al que hay denigrar en una conversación. Se manifiesta principalmente en el debate político, entre grupos partidistas (cf. Olson, 2020). Las emociones se vuelven el catalizador de las opiniones, principalmente el odio hacía el otro, y  en vez de un intercambio democrático aparecen insultos, humillaciones, falacias y en general una falta de argumentación. Al humillar al otro, éste a su vez responde ofendido con un grado de odio igual o mayor, tratando de humillar al primero y dignificarse. Este ciclo se repite hasta que algunas de las partes deja la conversación con una sensación negativa y el reforzamiento de un estereotipo. Lo que debía ser un debate sobre el entendimiento de una realidad y su posible solución, se convierte en declaraciones humillantes sobre las características, creencias o estilo de vida del otro. Los efectos pueden ir más allá de la conversación, no obstante, reforzando el estereotipo del otro como “equivocado”,   “inferior”   o  “enemigo”.

Si bien este tipo de discurso de odio es el más sutil y menos estudiado que el siguiente tipo de odio, no por ello es menos relevante en sus consecuencias para la conversación democrática. Impide que emerja la deliberación ciudadana y puede escalar en otros grados de odio mayores.

1.1.2 Odio esencialista 

Se refiere a la estereotipación e inferiorización de un determinado grupo, típicamente en razón de su características étnicas, de género, generacional, orientación sexual o nacionalidad. En énfasis está en la protección de derechos de grupos particularmente vulnerables, como mujeres, indígenas, población LGBT, immigrantes. Si bien aquí existen grupos vulnerables clásicos que suelen ser víctimas habituales del discurso de odio, dada las dinámicas complejas de las sociedades contemporáneas, cualquier grupo social puede ser estigmatizado  por cualquier rasgo social común y ser objeto de discurso de odio. La clave está en la vulneración de derechos en razón de la inferiorización de características sociales comunes, que incluye estratos socioeconómicos bajos pero también medios y, como en nuestro caso de estudio, también orientaciones políticas asociadas con rasgos  sociales  esencializados.  

Dos casos sustentan esta situación. El primero es el genocidio de Ruanda, donde se generó un discurso de odio y posterior  enocidio a una etnia de dominante de clase alta (Mandani, 2000). Es decir, que no necesariamente el sujeto del discurso de odio es siempre un grupo vulnerable de estratos inferiores. El segundo, se refiere al discurso de odio y violencia generado contra los “emos” (Hernandez-Rosete, 2017). Un colectivo urbano de clase media dentro de la escena rockera que enfureció a los rockeros más tradicionales.

Este tipo de discurso menoscaba los derechos de los grupos en  cuestión,  que en su condición de seres humanos –derechos  humanos–  y  ciudadanos   – derechos ciudadanos– ven limitados o suprimidos esos derechos en razón de alguna característica social declarada como “indigna”, “impura” o “enemiga”. Cuando se trata de comunicaciones en redes sociales, este menoscabo puede afectar desde el derecho individual a la honra y la dignidad, los derechos colectivos de dignidad de grupos humanos, y con otras condiciones de por medio, pueden llegar a la restricción de derechos con apoyo institucional o la violencia física. E te es el tipo de odio más estudiado y hasta ha sido judicializado en algunos países.

1.1.3 Justificador de Violencia 

Este  tipo  de  odio  es  uno   de   los más preocupantes en cuanto a sus consecuencias. Aquí, después de  todo un proceso anterior de reforzamiento de estereotipos, se empieza a convocar a la violencia contra al otro, habitualmente por razones que aducen la seguridad del endogrupo. Es en esta categoría donde se inserta el “discurso peligroso”.

La definición específica de este tipo de discurso de odio es la siguiente: “cualquier forma de expresión (por ejemplo, discurso, texto o imágenes) que pueda aumentar el riesgo de que su audiencia apruebe o cometa violencia contra miembros de otro grupo” (Dangerous Speech Project, 2020, p. 5). En general, este tipo de discurso promueve el miedo hacia el otro y se alimenta de la desinformación. Sus mensajes deshumanizan al otro grupo, justifican la violencia como algo necesario para la supervivencia del grupo o algún otro valor superlativo (patria, revolución, etc.), promueven la idea de que los otros pueden dañar la integridad y  pureza del endogrupo y apelan a la lealtad e identidad   del   endogrupo   (Dangerous Speech    Project,    2020,    pp. 6-7).

1.1.4 Definición del Discurso de odio 

Todos los tipos de odio colectivo descritos empiezan con una subvaloración hacia  el exogrupo, el cual es el inicio, pero todavía no pasa a ser un discurso de odio hasta que se colectiviza y se establece como      hostilidad,      esencialización  o justificación de la violencia.

Figura 1. Fase del discurso de odio

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Fuente: Elaboración propia.  

 

En esa colectivización juegan las redes sociales como formas de difusión y la desinformación como factor agravante de    su    difusión    y  recrudecimiento.

En función de todo lo discutido, podemos definir al discurso de odio como aquel discurso colectivo que enmarca a un grupo social como indigno y que genera de forma gradual conversación denigrante y falaz, estereotipación, vulneración de derechos y violencia. Dado que el otro exogrupo es considerado indigno, es decir que tiene menos valor o que es enemigo del endogrupo, por tanto debe tener un trato  inferior,  lo que lleva a la agresión.

Sin embargo, como mencionamos al inicio, si bien el discurso como orden simbólico es central a la hora de analizar procesos degradación del debate público y daño hacia los derechos del otro, existen otros factores de orden social, político y hasta comunicativo que incidirán para que la estigmatización y violencia se expandan.

1.2 Condiciones de expansión 

En este apartado discutiremos dos condiciones estructurales: las estructuras sociales y los sistemas de clasificación social; dos condiciones coyunturales clásicas: el discurso político y las experiencias de violencia; y dos condiciones coyunturales contemporáneas: las redes sociales y la desinformación. Si bien unos autores intentan explicar los discursos de odio y otros fenómenos asociados como la discriminación en función puramente a factores estructurales, y otros solamente en base a la contienda política coyuntural, en realidad todo fenómeno social requiere condiciones previas pero también causas contemporáneas de activación,  donde  una  combinación de ambas le provee su especificidad histórica. 

1.2.1 Estructuras sociales y sistemas de clasificación 

La estructura social se refiere al conjunto organizado de posiciones y roles en una determinada asociación. Dependiendo  de la escala de la asociación y la concentración de poder (grupo de pares, comunidad, organización, sociedad), su grado de diferenciación, desigualdad y opresión puede variar. A escala societal, se la suele estudiar a través de sistemas de  estratificación, que a su vez pueden basarse en una valoración y subvaloración de diferentes características sociales (sexo, género, edad, etnicidad, religión, fisonomía, color de piel, etc.), que repercute en el propio sistema de derechos y obligaciones, afectando principalmente la condición de igualdad ciudadana. Una estructura social asimétrica genera mayores niveles de exclusión  social, política y económica y se  asocia con    mayor    discriminación  institucional.

Tres sistemas de estratificación fueron los más comunes en la historia humana, de mayor a menor rigidez (Faletto, 1993). En primer lugar, el sistema de castas (ej. India) donde la posición de los grupos sociales e individuos se determina por criterios de nacimiento en determinados grupos. En segundo lugar, el sistema de estamentos donde se asignan los grupos y sus  privilegios  en  función  de criterios hereditarios y jurídicos. Y el sistema de clases, típico de las sociedades modernas, donde el criterio es económico.

En ese rango se pueden institucionalizar diversos sistemas de exclusión con uno o más criterios. Como ejemplo, tenemos la sociedad norteamericana hasta antes del movimiento por los derechos civiles de la década de 1960, el apartheid sudafricano o las sociedades coloniales y criollas de América Latina. Una vez abolidos los sistemas institucionalizados de exclusión, la discriminación desciende pero pueden pervivir algunas prácticas en algunos sectores de la sociedad. Si cierto sistema político o un poder social respalda alguna forma de discriminación, el discurso de odio se expandirá más rápido.

No obstante, a medida que los sistemas de dominación y exclusión perviven, también aparecen formas de resistencia y  movimientos  que  luchan  contra  esas formas de dominación. Tal es el caso  de  los   movimientos   feministas y de la reivindicación étnica, como el Katarismo desde los años 70 en Bolivia. Por lo que una estructura social no  debe ser interpretada  de  forma  lineal y estática. Existe una dinámica de  poder  y  contrapoder  (Foucault, 1982).

Un fenómeno asociado a la estructura social, y de hecho su contraparte simbólica, son los sistemas de clasificación. Esta es la forma de nominar y clasificar los elementos del entorno que nos rodea. Estas clasificaciones no provienen directamente de la percepción de la naturaleza (materialismo), pero tampoco de las ideas innatas (idealismo), sino que están directamente relacionadas con la  organización  social  (Durkheim  y Mauss, 1971). Funcionan como un conjunto de características que son atribuidas a grupos y que repercuten en el ordenamiento de las relaciones sociales. La etnicidad, el género y la edad, por ejemplo, son elementos que componen sistemas de clasificación, que ordenan  la sociedad pero también la jerarquizan.

Estos sistemas de clasificación pueden servir para legitimar una estructura social, pero también pueden ser usados para construir proyectos de poder. Pueden funcionar como narrativas para lograr cooperación social, como  en  el  caso  de  las  grandes  religiones  monoteístas (Harari, 2014), o los discursos nacionalistas (Anderson, 1993). Una forma de constatar si un sistema de clasificación es hegemónico es observando su  correspondencia  con  las posiciones de la estructura social efectiva o institucionalizada en el Estado.

1.2.2 Discurso político y experiencia de violencia 

El  discurso  político  es  típicamente   hostil (Schmitt, 1992) y más aún en la cultura política boliviana. La apelación al enemigo es una forma efectiva de crear cohesión interna y movilizar o, de forma conservadora, mantenerse en el poder. Un discurso político siempre intenta polarizar y en algunos momentos puede generar  esa polarización en la sociedad civil, pasar de lo político a lo social. Este fue el caso del conflicto electoral del 2019 en Bolivia (Ojeda y Peredo,  2020).  Este  conflicto  se desarrolló dentro de los referentes discursivos exacerbados que vienen desde el 2016, de “dictadura vs. democracia” y que luego mutaron en “fraude vs. golpe de estado” y ahora en “masistas vs. pititas”.

Si bien en algunos análisis no se toma en cuenta el factor político, intentando explicar todo por supuestos factores “históricos”, en una sociedad abigarrada como Bolivia, con una cultura política del enemigo fomentada por los partidos, es imprescindible tomar en cuenta el rol del discurso político tanto para generar discurso de odio, como para usarlo como un arma contra sus oponentes.

Otro  de  los  factores  circunstanciales  que ha contribuido a la polarización y al discurso de odio en varios grupos ha sido el de la  experiencia  de  la  violencia.  En el conflicto electoral de 2019, uno de los eventos políticos más violentos de la historia reciente, donde aconteció tanto violencia civil    como    estatal,    muchas  personas vivieron en carne propia agresiones físicas o a su propiedad. Esa experiencia cercana a la violencia hace que justifiquen la intervención violenta, sea del Estado o de grupos civiles y reafirma el estereotipo del otro como “violento” (salvaje, bruto, etc.).

1.2.3 El escenario de las redes sociales

El discurso de odio se difunde por múltiples canales, donde destacan los medios de comunicación tradicionales y, desde hace una década aproximadamente, las redes sociales digitales. Las redes sociales revolucionaron la comunicación. Gracias a ellas las personas dejaron su rol de receptores pasivos, y comenzaron a producir información de manera masiva, en constante interacción con    miles    de    usuarios desconocidos.

En las redes sociales, las opiniones individuales sobre los temas en agenda se pueden ir agregando y formar grupos algo más masivos y homogéneos de opinión. Ese es el caso de las páginas y grupos de Facebook, que tienen un público más definido. No obstante, en determinadas páginas de temas más generales también se crean discusiones que pueden crear enfrentamientos verbales entre    grupos    de    opinión   contrarios.

En las redes sociales existen múltiples comunidades de interpretación, es decir, grupos de usuarios que comparten las mismas creencias y  experiencias  online, lo cual se  traduce  muchas  veces  en  una  forma de  pensamiento  colectivo  con identidad. La existencia de tantas comunidades de interpretación hace difícil para los observadores saber cuándo un post o comentario cargue efectivamente un discurso de odio. Por lo que la interpretación del discurso en redes sociales debe tomar en cuenta esta dificultad de interpretación. Para que un contenido digital pueda considerarse   como   promotor   de   odio, tiene que ser producto de una interpretación hegemónica negativa sobre un grupo social. Aquí se imponen los líderes de opinión y los significantes frecuentes y  ya  estereotipados.

1.2.4 Desinformación

Los contenidos falsos, mentiras, prejuicios o estereotipos siempre existieron, no son nuevos y desde que existen los medios de comunicación masivos, estos han sido utilizados para difundirse. Sin embargo, ahora con las redes sociales se amplifican como nunca antes se había visto, llegando a miles de personas en segundos. Más aún, ahora cualquier persona puede producir y difundir contenidos de diversa calidad: falsos, engañosos y también discriminatorios.

Los contenidos falsos son parte de la desinformación y su impacto es el hilo conductor para que en situaciones de crisis  se pueda exacerbar la creación y difusión de discursos de odio, que viralizados, tienen la capacidad de interpelar a los sentimientos y emociones de las personas. Más aún cuando tienen connotación negativa como el miedo, la desconfianza y la rabia, convirtiendo a los contenidos falsos en herramientas peligrosas y poderosas al servicio del discurso de odio.

Las personas tendemos a dar crédito a las informaciones que apoyen nuestros  puntos de vista (sesgo de confirmación), al creer lo que queremos que sea cierto, o que vengan de  fuentes  de  información compartidas  por personas con las que tengamos cierta afinidad o a las que les demos credibilidad.

También hay que tomar en cuenta que la desinformación puede combinarse con el discurso de odio, respondiendo a una finalidad ideológica que es catalizada por la viralidad en las redes sociales y sus filtros burbuja, que permiten que recibamos solo contenidos que apelan a nuestras  creencias  previas.  La democracia exige la participación de los ciudadanos, y aunque las redes sociales permiten que sus usuarios  expresen  libremente lo que piensan, la desinformación suele venir cargada de odio, impidiendo el intercambio ideas y críticas respetando lo que el “otro” piensa. La desinformación está  incentivando discurso  de  odio en   las   redes   sociales   y   viceversa.

2. Análisis de datos 

2.1 Contexto de los posts

Los 88 posts analizados y sus 18.071 comentarios provienen principalmente de páginas de noticias, donde suele haber enfrentamientos verbales sobre noticias de temática pública,  páginas  de activismo partidista y grupos políticos de orientación más definida.

Fuente: Elaboración propia 

 

Si bien los grupos suelen ser más homogéneos  en  opiniones,   es   en   los   comentarios   de   las páginas   de      noticias      donde     encontramos mayor          discurso         de        odio.

2.2 Formatos y elaboración 

En el formato del contenido, predominan los textos acompañados de imágenes o videos. Este es el mismo tipo de formato que también mueve más a la desinformación.

Fuente: Elaboración propia 

 

En cuanto al tipo de emociones que provocan estos posts, si bien predominan los ‘me gusta’, si sumamos los ‘me divierte’ y  los  ‘me  enoja’  podemos  encontrar  que estas reacciones son mayoritarios.

Fuente: Elaboración propia 

 

Es decir que en los posts donde se difunde más discurso de odio se suele generar emociones de burla (me divierte) y enojo (me enoja), más que otro tipo de reacciones emocionales.

2.3 Tema de los posts

Entre los temas más discutidos se encuentran, comoeraesperableenunacoyunturaelectoral, varios candidatos, como Jeanine Añez, Luis Fernando Camacho, Luis Arce y Carlos Mesa. También críticas a ciertas medidas políticas, como el Covid-19 y la emisión de bonos.

 

Fuente: Elaboración propia 

 

Sin embargo, resaltan mucho más las críticas a ciertos “bloques sociales” que apoyan a uno u otro proyecto político: los “masistas” y los “pititas”. Más aún, también hay una estigmatización territorial:  la zona sur de Cochabamba y El Alto como territorios “masistas”, y la Zona sur de La Paz y Santa Cruz como territorio de “pititas”. Si vamos al detalle, podemos observar los calificativos que se hacen en relación a esas entidades en los comentarios (Figura 6).

Figura 6. Red semántica de los temas predominantes en los comentarios de los posts
 

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Fuente: Elaboración propia.

 

En muchos casos hay caracterizaciones estereotipadas del otro. Como que los masistas son narcotraficantes  o  corruptos,  o que los pititas son extranjeros y jailones. Pero en otros casos, como se  puede  ver,  hay caracterizaciones que ambos grupos comparten,  como  ser  asesinos,  bestias  y terroristas  y  que  es  “correcto   agredirlos”.

2.4 Análisis de comentarios 

En los comentarios encontramos la mayor dinámica de expresión de odio. Haciendo unas correlaciones entre las palabras , donde por cada par de palabras evaluamos su co-presencia total. 


Fuente: Elaboración propia 

 

Estos resultados nos dicen que de cada 10 comentarios vertidos en estos posts que nombren a los “masistas”, casi 4 mencionan en su mismo comentario la palabra “ignorantes” y “delincuentes”. Y para el caso de “pititas”, casi 3 mencionan la palabra “delincuentes” y dos “racistas” y “asesinos”. Si graficamos estos mismos datos en una red, podemos ver los adjetivos que ambos se lanzan y los que son específicos (Figura 7).

Fuente: Elaboración propia.

 

Mientras a los “pititas” se los caracteriza específicamente como “derecha”, “ladrones” y “racistas”, a los “masistas” se los asocia con “ignorantes”, “venezuela”, ser “maleante” y “basura”. Al mismo tiempo, ambos se acusan de “delincuentes”, “corruptos”, “asesinos”.

2.5 Tipos y grados de odio 

Después de haber visto el panorama general de los temas y palabras de odio más usadas, ahora veremos ejemplos de mensajes de odio que varían en su grado de odio (Tabla 2). 

Tabla 2. Ejemplos de grados de odio en la conversación digital

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Fuente: Elaboración propia 

 

3. Posibles Alternativas

El discurso de odio en las redes sociales  ha crecido considerablemente causando tensiones entre ciudadanos en todo el mundo. Se ha convertido en una gran amenaza y ha tocado una diversidad de temas, incluyendo los políticos. Tiene un efecto directo contra la tolerancia democrática, los derechos humanos, y potencialmente la posibilidad de conducir a la violencia off-line, todo esto, afectando a individuos y a colectivos.

Ya se ha visto en muchos países que la solución no pasa por su regulación, un tema por demás controvertido porque se considera que podría limitar  la  libertad  de expresión en el debate público, siendo necesario acudir a otras estrategias para abordarlo. Dos posibles estrategias consisten en apuntalar la conversación democrática  y     construir     narrativas     alternativas.

La conversación democrática posee tres características centrales. Primero, debe reconocer los derechos del otro, reconocerlo como un interlocutor válido, un ser humano y un conciudadano. Aquí es central  ampliar nuestro círculo moral y desarrollar más empatía. Segundo, está basada en información de calidad, no en contenidos falsos ni engañosos. Aquí es importante contar con habilidades de selección de información. Tercero, es una conversación argumentada, sin    ofensas,    calificaciones    o  falacias.

La construcción de narrativas, por su parte, ayuda a definir nuevos marcos mentales,  orientándonos  hacia  lo   que es, lo que podría ser y lo que debería ser. Proporcionan interpretaciones de la realidad y están fuertemente conectadas con los esfuerzos para sostener, reformar o cambiar estructuras mentales de poder. Son dos tipos de narrativas estudiadas y analizadas que pueden enfrentar el discurso de odio: la contranarrativa y la narrativa alternativa.

La contranarrativa se enfrenta de manera bastante directa al discurso de odio refiriéndose a “ellos” y ofreciendo contraargumentos y hechos, en cambio la narrativa alternativa busca socavar el discurso de odio enfatizando un punto de vista distinto, fortaleciendo ideas positivas, inclusivas y constructivas. Ambas estrategias tienen como objetivo llegar a varias audiencias según la coyuntura y el contexto.

Tabla 3. Contra narraativas y narrativas alternativas

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Fuente: Elaboración propia 


Las contra narrativas y narrativas alternativas son herramientas para cambiar y socavar narrativas de odio, desafiando los estereotipos, desacreditando los mensajes que incitan a la violencia. Tratan de demostrar que existe otra interpretación de la realidad, invierten roles estereotipados y exponen lo que el “otro” siente.

Conclusión

Hemos visto la dificultad de definir el discurso de odio, debido a las ambigüedades de sus términos. Sin embargo, tomando en cuenta su dimensión social y pública,  llegamos  a  las  características  centrales  del discurso de odio, como aquel discurso público que enmarca a un grupo social como inferior o enemigo y que por lo mismo puede producir estereotipación y la vulneración de sus derechos.

Así también, vimos diversos tipos de odio: hostil, esencialista y justificador deviolencia, que gradualmente pueden llevar desde la clausura de la conversación pública    hasta    la    violencia    física. Producto del conflicto electoral de 2019 en Bolivia, las experiencias violentas, cámaras de eco y desinformación, la sociedad se ha polarizado. Asimismo el discurso de odio en la coyuntura electoral de 2020 en Bolivia muestra una inclinación al etiquetamiento y la estigmatización de dos grupos: “masistas” y “pititas”, que son asociados con atributos negativos hostiles, esencialistas y en ocasiones justificadores  e violencia. En el análisis de comentarios se encontró que de cada 10 comentarios vertidos  que  nombran a los “masistas” y “pititas”, alrededor de 3 comentarios los asocian con adjetivos negativos. Se les atribuyen características negativas no solo de  preferencia política, sino también de su educación, de sus comportamientos y su territorio.

Desde el punto de vista de la democracia deliberativa, sobre asuntos de orden público se espera que la ciudadanía pueda debatirlos desde diversos puntos de vista, con respeto al otro, información de calidad y argumentos, buscando la mejor solución para un problema que es común. Sin embargo, la discusión a menudo se vuelve hostil, una guerra para para la victoria de uno sobre otro, no para el entendimiento. Aquí aparecen  las   posibilidades   de  la    conversación    democrática    y   la construcción  de  narrativas alternativas.

Bibliografía

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